Una característica llamativa de la arquitectura de la nueva Filarmónica de Elba es la fusión de dos edificios atemporales. El antiguo edificio, originalmente destinado a almacén, ha sido reforzado, sin desconocer que su mala calidad constructiva podría dar lugar a su demolición.

La nueva Filarmónica se asienta sobre el antiguo almacén y tiene la misma geometría en planta, pero crea un espacio entre lo antiguo y lo nuevo. De esta forma, el volumen inferior conserva el carácter rústico y pesado del edificio portuario, mientras que el volumen superior ofrece una experiencia sensorial diferente. Las superficies curvas de la Philharmonie y las ondulaciones del techo sustentan la ligereza estructural de la sala. También aportan una identidad formal con una apariencia variable creada por el reflejo de la luz y el agua en los paneles de vidrio curvo.

Se crea un gran espacio público entre los dos bloques, lo que permite a los visitantes experimentar la ciudad desde un punto de vista privilegiado. También limita clara y prácticamente todos los aspectos de su función: debajo de la plaza está la función de las actividades internas del edificio. Arriba, eventos públicos y la enorme Sala Filarmónica. El acceso a la plaza es otro punto destacado de la intervención. Una escalera mecánica larga ofrece una vista limitada de la ciudad a lo largo del camino, mientras que una gran ventana panorámica en el punto medio ofrece una vista única del puerto.

Situada en el punto más alto de la estructura, la sala principal está mecánicamente arriostrada para absorber las vibraciones y mejorar la acústica. Los niveles de la sala de conciertos están dispuestos lógicamente en una combinación de percepción acústica y visual. Los asientos están dispuestos en una serie de terrazas alrededor del escenario central del espacio para realzar la presencia del artista.

El edificio también alberga un hotel de 45 habitaciones y varios servicios de restauración, lo que subraya el carácter público de la intervención. Hay un amplio aparcamiento en el sótano.

Los cambios de color -rojo para los ladrillos, verde lima para el vidrio, blanco para el techo- son sutiles y armoniosos. Las conexiones morfológicas no muestran rupturas particularmente evidentes, aunque el efecto pictórico del volumen superior se imprime sutilmente, permitiendo que el antiguo edificio funcione como un lugar de culto.

"La arquitectura es percepción", dicen Herzog y de Meuron. También es una cuestión de historia.